Hoy me voy a poner un poco filosófico. O quizás no tanto porque la respuesta a la pregunta del título es clara: NO; fin del artículo.
Bueno, la respuesta igual no es tan sencilla, no se puede ser tan categórico, así que tiraré de mi ascendencia gallega para cambiar la respuesta: Depende…
Aquí estoy yo, escribiendo en un blog sobre independencia financiera, hablando de que hay que ahorrar e invertir y poniendo en duda que el dinero de la felicidad. Lo cierto es que si miramos hacia atrás y pensamos en momentos felices, la mayoría de las veces no tendrán nada que ver con el dinero: El nacimiento de un hijo, el día que conocimos a una persona especial, unas vacaciones solo o acompañado, el día que acabamos nuestro primer maratón, el primer beso… Entonces, ¿para qué queremos el dinero?
El dinero no ha existido siempre, y estoy seguro de que los seres humanos, antes de depender de él, también podíamos alcanzar la felicidad. Pero en la sociedad en la que vivimos ahora, y en la que seguiremos viviendo, tenemos que intercambiar nuestro tiempo por dinero para poder cubrir nuestras necesidades. ¿Y cuales son nuestras necesidades? Seguro que habéis oído hablar de la Pirámide de Maslow, en la que se se definen nuestras necesidades comenzando por las más básicas (respirar, comer , beber, dormir…) y que conforman la base de la pirámide y a medida que se van satisfaciendo estas necesidades más básicas, van apareciendo necesidades más elevadas: El siguiente nivel serían las necesidades de seguridad y protección (salud, dinero, vivienda…).
Por encima de este nivel, estarían las necesidades sociales (amistad, pareja, familia…) , luego las necesidades de estima (autoestima y reconocimiento por parte de los demás), y en la cima de la pirámide las necesidades de autorrealización. Pongo aquí debajo una imagen de la pirámide (sacada de la Wikipedia) para aclarar la idea:
El dinero aparece en la base de la pirámide; aunque creo que se podría discutir un poco si es más importante que otras necesidades que en teoría se desarrollan después de cubrir estas necesidades más básicas, es innegable que el dinero tiene su importancia. Por otro lado, también he comentado que muchas cosas que nos han hecho felices en el pasado, no cuestan dinero. En qué quedamos entonces, ¿el dinero da la felicidad?
Para mí, lo importante de la teoría de Maslow es que el dinero es una necesidad que tenemos para generar seguridad, y si pensamos en nuestro futuro queremos certeza de que nosotros y nuestra familia vamos a estar seguros. Y teniendo esa seguridad, podremos continuar con el desarrollo de nuestras necesidades de afiliación, reconocimiento, autorrealización… Así que no creo que el dinero nos de la felicidad, es solo un bloque de la pirámide que nos ayudará a seguir construyendo el resto de niveles.
Dependerá de cada persona y de cada situación, construir su nivel de seguridad para poder seguir haciendo crecer su pirámide: Puede haber personas que necesiten muy poco dinero para sentirse seguras y otras que por mucho dinero que tengan nunca llegarán a estar satisfechos.
Aparte de la cantidad de dinero, es importante también la época de nuestra vida en la que disponemos del dinero: Un buen ejemplo sería darle 20 euros a un niño de 10 años o darle esos mismos 20 euros a un anciano de 90 años. ¿A quien creéis que haríais más feliz? No vale hacer trampas y darle el dinero a un niño de familia rica o a un anciano que viva en la calle… En circunstancias socioecónomicas similares, seguro que el niño va a disfrutar mucho más de ese dinero. En general, creo que podría decirse que una misma cantidad de dinero nos proporcionará menos felicidad cuanto mayores seamos.
Al hilo de la edad y la importancia del dinero, voy a hablar de algunos conceptos que leí en el libro «Morir con cero» de Bill Perkins y que creo que encajan bastante bien con la intención de este post:
- El dinero tiene que ser un recurso, no un fin en sí mismo.
- Cuando somos jóvenes tenemos salud y poco dinero, de mayores tenemos dinero y poca salud: Debemos maximizar las experiencias y hacerlas en el momento adecuado, de nada sirve ahorrar para hacer algo en el futuro si, por ejemplo, la salud nos va a impedir disfrutarlo.
- Encontrar un balance entre placeres a corto plazo y recompensas de largo plazo.
- Acabar con dinero al final de la vida sin un propósito específico para él, son experiencias en el pasado perdidas.
- Dividendos de memoria: Las experiencias que disfrutamos en el pasado, siguen aportando valor en el futuro a través de los «dividendos de memoria»: Los recuerdos de esas experiencias seguirán aportándonos felicidad en el futuro.
Acciones que me planteo para equilibrar dinero y felicidad:
- No vivir en piloto automático: Tendemos a caer en la rutina y a hacer lo que se espera de nosotros. Mi propósito para el futuro es intentar buscar nuevos retos y vivir de acuerdo a mis principios. Hay que tener un plan para el futuro, pero que ese plan lo hayamos definido nosotros en función de nuestros objetivos, no porque es lo que lo que se define como \»normal\» según las reglas sociales.
- Planear actividades en función de la edad: Hacer una lista de cosas que me apetezca hacer y ver cómo encajan en el tiempo en función de mi edad. Priorizar las actividades que se puedan disfrutar siendo más joven y posponer lo que pueda hacerse con más edad. Visto en perspectiva, creo que he retrasado algunos asuntos que quizás debería haber hecho antes. Por poner un ejemplo, vamos a hablar de viajes: En general he hecho viajes de no mucha distancia, en parte por pereza por no hacer viajes muy largos y en parte también por el presupuesto. Pero aunque seguramente con el paso de los años el presupuesto será menos problema, quizás un viaje de doce horas no sea lo mejor para una persona de 60 años o más.
- Saber cuándo hay que parar de ahorrar: Seguir mi plan y si llego a la Independencia Financiera, dejar de trabajar o reducir la jornada para poder disponer de más tiempo libre. Evitar el síndrome del «Un año más»: Si se alcanza el objetivo, no es necesario seguir ahorrando: Hay que dedicar el dinero a aquello que nos genere felicidad y dividendos de memoria.
En mi caso, no siento que haya renunciado a muchas cosas por estar ahorrando para alcanzar la independencia financiera. Sí, podría haber comprado una casa más grande, un coche más potente, viajes más exóticos… Pero salvo por el tema de los viajes, no me parece que me hubieran aportado nada que me hubiera hecho mucho más feliz. Sí que ha podido haber algunas experiencias puntuales que en su momento descarté porque me parecían caras para lo que me podían aportar, y ahora me doy cuenta de que quizás no tenga la oportunidad de hacerlas en el futuro, y que, de haberlas hecho, me hubieran estado generando «dividendos de memoria» durante muchos años.
Por otro lado, a veces pienso en otras decisiones que tomé en el pasado que seguramente han afectado bastante a mi futuro. Y qué hubiera pasado de actuar de otra manera. Ya, ya sé que el pasado no se puede cambiar, lo que quiero decir es que quizás las decisiones que más han podido afectar a mi felicidad, de forma positiva y negativa, no han tenido que ver con el dinero.
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